Hace una semana la Spain Film Comission reclamaba una
modificación legislativa que brindase ventajas fiscales a los productores
extranjeros que quieran rodar en España. Mientras tanto en Francia, la Cámara
baja ampliaba el techo de los incentivos fiscales al cine para atraer nuevas
inversiones y fomentar el cine patrio. Si las características del sector
cinematográfico al norte y al sur de los Pirineos son notablemente distintas,
los mecanismos de apoyo a la industria audiovisual tampoco siguen los mismos
esquemas.
En términos generales, el modelo francés debería servir de
referencia para el resto de países europeos. El país galo produce el 22% de las
películas rodadas en toda la Unión Europea, encabezando el ranking europeo en
número de producciones y posicionándose como el cuarto mercado mundial con
mayor número de espectadores (217 millones).
Aunque algunos países como Holanda han llegado ya al 100% de salas
digitalizadas, Francia cuenta ya con más de un 67% de implantación, lo que
permite una distribución más amplia de las películas y una mejora en la calidad
de visionado.
Cada factor afecta y todo contribuye al buen posicionamiento
del cine galo respecto a las producciones de otros países. Pero, ¿cuál es su
estrategia?. Francia cuenta con un
sistema de superprotección que ya quisieran para sí los productores de otros
Estados. El Ministerio de Cultura y Comunicación francés comprende para el cine
nacional un modelo de financiación mixto en el que mezcla dinero público,
ventajas fiscales y aportaciones de las televisiones que operan en el país. El
Centre National du Cinéma se encarga de distribuir el dinero entre las
productoras solicitantes destinando anualmente más de 700 millones de euros
(frente a los 55,04 que los Presupuestos Generales del Estado Español aportarán
a la cinematografía en 2013).
Entonces, ¿cuál es la fórmula mágica que permite destinar
tal cantidad de dinero al cine (francés) en tiempos de crisis? Pues bien, el
Estado francés no aporta la totalidad de estos presupuestos sino que parte de
tal cantidad es recaudada a través de una serie de tasas. Cada entrada de cine
tiene grabada una tasa del 11% que repercute directamente en el sector (de este modo la taquilla recaudada tanto por películas extranjeras como por largometrajes nacionales revierte en la producción de cine francés), del
mismo modo que sucede con la aportación que tienen que hacer las televisiones
por publicidad, abonos, edición de vídeo y vídeo bajo demanda. El sistema de
ayudas se complementa así con las contribuciones obligatorias de las empresas
vinculadas a la explotación de un para que el sector se retroalimente de manera
importante. Todo ello contribuye a completar el Fondo de Ayudas Automáticas y Selectivas
al que cada año se acogen diversas productoras cinematográficas y que les
permite desarrollar sus producciones con un – si el guión lo requiere - holgado
presupuesto.
Asimismo, en Francia opera la Société pour le Financement du
Cinéma et de l’Audiovisuel (SOFICA), un instrumento de inversión cuya única
actividad es la financiación de películas y obras audiovisuales aprobadas por
el Centre National du Cinéma. El atractivo principal del SOFICA para las
sociedades anónimas y empresas que aporten capital privado es la desgravación
del 40% para sus suscriptores. Con los fondos recogidos a través de esta
entidad, se financian cada año más de un centenar de largometrajes, promoviendo
así la financiación privada mediante instrumentos estatales.
Según un estudio de la Spain Film Comission, urge que España
tome decisiones en torno a estos temas. De 80 grandes producciones
internacionales que se interesaron en el país durante el último año, 54
desistieron ante la inexistencia de incentivos sólidos. El estudio afirma
además que la implantación de una adecuada política de incentivos fiscales atraería
un 80% más de rodajes al territorio español. Un incremento de rodajes que
repercutiría inevitablemente en la economía nacional del mismo modo que lo hace
en el Estado francés. Por cada euro invertido en los créditos fiscales al cine,
la economía francesa gana 7 euros frente a los 4,4 euros que ingresa la
economía española por cada euro que concede el ICAA.
Estas u otras medidas de fomento, lamentablemente, continúan
siendo una quimera en el Estado español. Los mecanismos principales a través de
los que la industria cinematográfica recibe
apoyo siguen siendo el ICAA y el ICO, y aunque organizaciones del sector
reclamen cambios y mejoras que incentiven la inversión como medio para fomentar
la cultura y contribuir a la economía española, lo cierto es que hasta el
momento todo ha quedado en poco más que palabras. La anterior ministra de Cultura,
Ángeles González Sinde, estudió en 2010 la posibilidad de realizar cambios
fiscales que pasaran por la bonificación de la exportación de producciones, la
deducción por inversiones cinematográficas y otras medidas fiscales que
situasen a la Agrupación de Interés Económico (AIE) como figura jurídica. Del
mismo modo, cuando Jose Ignacio Wert juró
su cargo anunció su intención de modificar el modelo de financiación pública
del cine. Un año después, de aquello ha resultado una comisión encargada desde el 5 de diciembre de
estudiar la viabilidad de los incentivos fiscales, las ayudas directas y la
inversión por parte de las televisiones, así como el diseño de la Ley de Mecenazgo. En teoría, en unos 6 meses debería llegarse
a un acuerdo para establecer un modelo específico que regule la estructura de
financiación cinematográfica, aunque el proceso se alargará en el Parlamento
dejando también 2013 sin soluciones. Habrá que esperar a 2014 para empezar a vislumbrar qué le depara al futuro del cine español.
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